La Resurrección

Aquella tarde del 12 de abril de 1737 estaba el criado de Jorge Federico Händel entretenido en algo bastante curioso, ante la ventana abierta del piso bajo de la casa de Brook Street, en Londres. Al ir a cargar la pipa, había descubierto que no tenía tabaco. Claro que habría podido conseguirlo con solo llegarse a la tiendecilla de su amiga Dolly, que estaba dos manzanas más allá, pero no se atrevía a salir en aquellos momentos por miedo a su iracundo señor. Jorge Federico Händel había vuelto del ensayo fuera de sí, con el rostro congestionado, abultadísimas las arterias temporales junto a las sienes. Al entrar había cerrado la puerta dando un golpetazo, y ahora recorría su estudio en el piso superior tan desaforadamente que hacía temblar el suelo. Por eso el criado creyó prudente no descuidar el servicio en semejante ocasión.