Más Allá De Orión

Cuando un músico opina que “la buena música nada tiene que ver con la habilidad técnica” o tiene la humildad de reconocer que “cuando te crees alguien especial dejas de poder moverte hacia delante” o aclara que “es imposible impregnar del feeling apropiado a un montón de notas juntas pero sí a una sola” o sentencia que “la habilidad para tocar no se aprende sino que se contrae al nacer”. Entonces, ese músico es, sin lugar a dudas, un auténtico maestro. La persona de Robin Trower, guitarrista inglés poseedor de una técnica tan envidiable como fascinante, es la de un músico hecho a sí mismo: Humilde, sencillo e imprescindible para los pirrados de su instrumento. Su, no oculta pasión por Jimi Hendrix, le llevó a ser llamado “el Hendrix Blanco” pero su música va más allá de la de un mero imitador. Robin lo había entendido todo, descifró el idioma que hablaba el maestro y visualizó perfectamente las maravillas de aquel mundo situado en algún lugar entre las estrellas.

Tras la muerte de Jimi Hendrix el mundo quedó huérfano. Un ser de otra dimensión había venido a contarnos sorprendentes historias sobre el universo etéreo y multicolor de donde venía. Un plano de la realidad donde no existía ni el tiempo ni el espacio y donde todos sus habitantes eran libres. – Un ángel bajó del cielo -nos cantaba- y sus alas de plata se recortaron sobre el amanecer de la inocencia. Mi ángel me dijo: hoy es el día de tu ascensión, cógeme de la mano porque vas a subir conmigo. Entonces…me llevó allá arriba. Durante la visita a nuestro mundo de aquél ángel, muchos músicos terrícolas quedaron fascinados y trataron de emular las mieles de aquél idioma interdimensional, en unas ocasiones generando algo estimulantemente nuevo y en otras, simplemente, copiando, como pintadas rupestres en una piedra, aquello que habían oído. En este ciclo de artistas de culto ya hemos repasado a alguno de los amigos íntimos de aquél ser único, como Arthur Lee, y su contribución a la decodificación del inusual len

Los maravillosos años sesenta tuvieron su cénit con el verano del amor de 1967. La concordia, el amor, el misticismo, el consumo de drogas expansivas de la conciencia, los Beatles, y el clamor mundial y contra la guerra y a favor de la paz, tuvieron un terrible e imprevisto final. El cambio de década devolvía al mundo a la realidad más hiriente y el espíritu de los ´60 nunca más volvería. El satanismo irrumpió en el mundo de la música, el individualismo y Wall Street comenzaron a capitalizar el mundo, la pobreza de la clase obrera, la segregación racial, las guerras, la polución, los escándalos políticos, la muerte de los iconos de los ´60 por el abuso de drogas y la pérdida de toda una generación convertida ya en drogadicta provocaron la inminente degradación del planeta y un fuerte impacto en la consciencia colectiva. Durante el transcurso de la década, muchos artistas dieron testimonio fidedigno de aquella generación agobiada y llena de complejos en fabulosos discos de carácter epistolar. Uno de ellos c

Iggy Pop decía que el problema de ser una estrella de culto era que los directivos de su compañía discográfica no se ponían al teléfono, pero le llamaban demasiados locos de madrugada. Para conseguir el estatus de estrella de culto es necesaria solo una cosa: Autenticidad; y para que esta pueda crear el mito no es urgente mantenerse fiel a un estilo o ser singular. Lo realmente importante se resume en un solo concepto: la fascinación. Porque cuando un artista consigue ser seductoramente irresistible; ya sea por su forma de vida, por su eclecticismo musical o por su premonitoria visión de las cosas, entonces suya es la pasión, el amor y la devoción de sus seguidores. Hoy hablaremos de un músico de culto realmente enigmático y complejo. Arthur Lee. El fundador de la no menos reverencial banda de los ´60: LOVE (amor) Un sentimiento que, paradójicamente, acaba despertándose al conocer la vida y obra de aquél que fue genio y figura hasta el día de su muerte. Mr. Arthur Taylor Porter (Arthur Lee)

La llegada de los años ´70 fue un enorme alivio para aquellos que tenían sus miras puestas más allá del pop, de las listas de éxitos, y de los convencionalismos. Un poco antes de que el art-rock (la extravagante boda entre el rock progressivo y el glam) tomara los escenarios, un puñado de benditos chiflados quisieron hacer música traída directamente del cosmos, y realizarla a través del kaleidoscopio sonoro que los incipientes aparatos y técnicas de producción modernas les ofrecían. Que enorme estímulo el de vivir la irrupción de algo nuevo… Una escena musical, un estilo, una tendencia. El inicio de algo tan enormemente estimulante como fue la consolidación informática, la era de los videojuegos o la reciente revolución de las comunicaciones. En lo musical, que es lo que nos ocupa, hoy rescataré una banda excepcional: CURVED AIR. Un grupo inglés que mezcló, con asombroso acierto, la pócima más arriesgada de todas: folk, pop, jazz, rock, frontwoman femenina, sexualidad, música clásica y nuevas tecnologí

Pocos músicos han sido tan honestos y predictivos como John Fogerty. Músico californiano con porte de Western y dones de buscador de oro. John puso su voz, guitarra y genio al servicio de una de las bandas Norteamericanas por excelencia, The Creedence Clearwater Revival; “La Creedende” para los amigos, y compuso algunas de las canciones más memorables del s.XX. En el agridulce cocktel que fue su vida se mezclaron; la fascinante cercanía de sus canciones -todo un monumento a la sinceridad y la sencillez-, la ambición, la terquedad y las más sobrecogedoras desventuras. Su historia es la de un forajido ideado por Sergio Leone, un Odiseo polvoriento y errabundo en busca de sí mismo y del botín que alguien le robo en sus propias narices. John Fogerty fue el cronista de su propia vida y de aquellos que la luchas cada día.

Uno de los malditos más lúcidos de todos los tiempos, Oscar Wilde, acuñó una escalofriante frase que aún se usa a la sazón de turbadoras profecías y cuentos de brujería. La cita es tan sencilla como inquietante: “cuidado con lo que deseas porque podría hacerse realidad…” Es fácil adivinar, cuando se ha caminado este cambiante y loco Mundo, cual puede ser la condena que acompaña el cumplimiento de algunos deseos. Estamos en 1975. Años de lacerante perseverancia y monteses desavenencias han dado su fruto al fin: Fortuna, fama y éxito, llenaban bolsillos, revistas y egos de cada miembro de los nuevos Fleetwood Mac, regocijados ya en el cuerno de la abundancia, gracias a un acertado golpe de timón que, inopinadamente, les dirigió también hacía un imprevisible Triángulo de las Bermudas. No tardaron en vencerse a los excesos, la locura y las adicciones, víctimas del ciego hedonismo y la perversa vanidad, demostrando que no hay camino sencillo a la felicidad, pues el único camino hacia ésta, es la propia felicidad.

Napoleón dijo que la victoria le pertenecía solo al más perseverante. Fleetwood Mac, acosados por las más peregrinas desventuras, supieron hacer frente al desánimo, la frsutración, el odio, los fantasmas del pasado y el caos, en favor de un objetivo común; ser los número uno. Un ejemplo como pocos de constancia y fe en un proyecto que los erije como bastiones ejemplarizantes del poder que se salpica de necesidad. En palabras de Elton John... volviendo a la vieja lechuza aulladora, cazando a la seductora rana negra...por fin he decidido que mi camino esta...más allá del camino de baldosas amarillas.

En palabras de John Rockefeller: "El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto”. Los conceptos darwinistas aplicados a los negocios y estos, en particular, a los de la música, llevaron a que el desprecio a los débiles fuera la rutina natural de trabajo de algunas formaciones macrófagas, que no dudaban en fagocitar, extirpar o abandonar por el camino a sus miembros menos capaces. Ante los duros golpes que pueden sacudir la continuidad de un grupo, a menudo, y por respeto a la desaparición de un miembro fundador o debido al desgaste, todos los integrantes de la formación suelen decidir por la separación para emprender nuevos proyectos, manteniendo de este modo el recuerdo indeleble de aquello que pudo ser y no fue. Sin embargo, Fleetwood Mac, permaneció fiel a los principios de la naturaleza más despiadada, prefiriendo aplicar métodos más propios de los lobos que de los humanos.

La ambición puede tratarse como el deseo de obtener algo grande en la vida. Un sentido sano de ella provee la motivación y determinación necesarias para obtener grandes logros. Es el motor de los emprendedores, de las personas de éxito, y de quienes han llegado lejos alguna vez. No obstante, cuando ambicionar se convierte en una obsesión, se transforma en codicia y ésta, a su vez, se suele hacer acompañar de una oportuna maldición. Decir codicia, maldición o supervivencia es decir Fleetwood Mac. Un grupo originario de Londres que tuvo el mundo a sus pies en varias ocasiones gracias a su ambición desmedida. Una indolente inercia por triunfar a cualquier precio que les empujó a una espiral de locura, avaricia y obstinación, a medida que sus miembros desarrollaban terribles condenaciones en compensación a sus deseos de éxito. La resistencia del grupo a los endiablados reveses que sufrieron les convirtió en crótalos. En sinuosas serpientes de cascabel capaces de cualquier vileza por sobrevivir a las arenas del