Tango Sensei

La figura de Gardel se hace presente nuevamente en este segundo programa homenaje, en el mes de su 85 aniversario luctuoso. Tango Sensei lo recuerda con el cariño y admiración de siempre, preparando esta segunda hora dedicada al Zorzal. Aún en cuarentena por el COVID, y separados por la frontera del Filo de Latinoamérica, logramos esta unión de los conductores para llegar a ustedes con este homenaje. Gracias por estar ahí.

Se cumplen 85 años de su muerte física, pero podrían ser cien ó 185 y la figura del número uno del Tango se agiganta a partir del recuerdo de su trayectoria; su voz, su presencia y su música que transitaron sobradamente el siglo. No hubo –ni habrá otro igual— en la historia de nuestra música, entre otras cosas porque fue el primero que lo cantó y grabó para la posteridad en aquel 1917 donde se inmortalizó una forma de interpretar y cantar el Tango de manera magistral. Hizo crecer la música rioplatense, la paseó por todo el mundo, o hasta donde le alcanzaron sus jóvenes 45 años cuando partió para siempre, dejando una huella indeleble en la que muchos cantores siguieron, apoyándose en el espíritu de Carlitos, repitiendo una y mil veces sus melodías, esas que componía con talento de genio, silbándolas. El que grabó más de 750 temas. El mismo Gardel que recordamos con admiración y respeto, el que nos hace decir sin el menor reparo, que cada día canta mejor!

Ya casi estamos listos con el Zoom o el Google Meet u otra plataforma de las tan utilizadas últimamente para permitirnos la reunión de cada sábado, aunque sea con unas medialunas virtuales, para poder ofrecerles un programa nuevo. Mientras tanto, seguimos echando mano al arcón de los archivos, agradeciendo su paciencia y deseando que sigan con bien y con salud. Un abrazo de tango desde el Filo de Latinoamérica.

Nuevamente, un viaje hacia atrás, hasta 2015 pare recuperar nuestros primeros programas. Nos escuchamos menos relajados que en los de 2020, pero la pasión estaba y sigue estando ahí. Esperamos que disfruten a Discépolo, Manzi, Expósito y sus intérpretes. Que lo disfruten tanto como hemos disfrutado nosotros hasta aquí estos casi 5 años de compartir tangos.

Mientras el Coronavirus nos mantiene aún separados por el «muro de Trump» seguimos echando mano a nuestros recuerdos y primeros programas desde 2015. Hoy retomamos la primera parte de los poetas del tango, donde abordamos la alcurnia tanguera de los Contursi, Pascual y José María. Disfrutémoslo.

Seguimos «en gayola», guardados por la obligada cuarentena del Covid19. Como lo hicimos en semanas pasadas, recurrimos al arcón de los archivos y retomamos programas iniciales, como esta segunda parte dedicada a Astor Piazzolla. Donde quiera que se encuentren, les mandamos un fuerte abrazo y deseo de que pronto podamos salir a vivir el mundo.

Amig@s ¿qué les decimos que ya no sepan con respecto a la contingencia? Tal vez que Marcelo del lado mexicano y el Sensei y Joe del lado americano quedamos imposibilitados de grabar el programa como lo hacemos de manera habitual. Agotadas las grabaciones que teníamos de respaldo, recurrimos a los archivos. Iniciamos desde el principio y hoy les dejamos el primer programa dedicado a Piazzolla. Ojalá pronto volvamos a grabar; mientras, guárdense y cuídense.

Guitarrista y cantor, como buen mendocino. Desde niño, sus padres vieron en él la vocación y el talento, supo que era aprender música en un conservatorio y luego hacerse profesional. Cuando tenía sólo 17 añitos, formó un dúo para debutar nada menos que en aquella Buenos Aires, exigente e implacable. Graban “claveles mendocinos” que habían llevado al disco nada menos que Gardel y Razzano. Luego continúa como solista y con éxito, su incursión definitiva al Tango. Su evolución se hizo notar, dominando una gran técnica en el canto con un fraseo fuerte y expresivo. De ahí en más, Don Oscar Serpa quedó instalado en la memoria tanguera, como un cantor de grandes virtudes.

Un cantante distinto, tenor de timbre agudo con delicado sonido nasal. Expresivo y de dicción que se distinguía favorablemente entre tantas gargantas privilegiadas de aquella época de oro. Con verdadero señorío artístico, recreó el impecable repertorio del maestro Osvaldo Fresedo. Juntos formaron una dupla que quedó impresa en la memoria exitosa del Tango. Murió joven y en plenitud, una verdadera pena para nuestra música porque le quedaba mucho para dar. Quedan sus grabaciones intactas para nuestro deleite.

Segunda entrega de este homenaje a uno de los programas de radio más emblemáticos del tango y de la radiofonía argentina. D'arienzo, Héctor Varela, Pepe Basso, Pugliese, Rodolfo Biaggi y Armando Pontier son algunas de las estrellas que desfilaron en aquellas presentación de 15 minutos en vivo. Disfrutémoslas hoy.

En el estudio de Radio el Mundo, allá por mediados de los años cuarenta, se instaló una costumbre diaria de 15 minutos donde se homenajeaba lo mejor del Tango de aquella época triunfal. El Glostora Tango Club se transformó en la Catedral de nuestra música ciudadana, donde la gente se empilchaba bien para asistir a la estación de radio a ver y oír a sus orquestas y cantantes favoritos. Por ese espacio, que duró veintidós años en el éter, desfilaron las mejores agrupaciones tangueras del momento, para beneplácito de un público ávido que siempre quería más, porque el Tango reinaba en aquel Buenos Aires y en todo el país.

Su pinta y galanura lo mostraban más como un actor de cine, que también lo fue-, que como el buen cantante que hacía vibrar a la platea con sus melodías. Registro de tenor, timbre de voz elegante y dulce, paradójicamente la mayoría de su exitosa y dilatada carrera la obtuvo fuera de la Argentina. Formó aquel famoso Trío Argentino que hizo cantar, bailar y disfrutar el Tango en muchas latitudes. Amigo de Gardel y embajador itinerante de nuestra música por el mundo, buen compositor e intérprete sin igual, un artista completo al que hoy le rendimos un merecido homenaje.

Cuando presentamos binomios famosos, lo hacemos con la convicción tanguera de estar regalándoles un programa con los mejores de nuestra música. El caso de hoy es el fiel reflejo de esto, al presentarles a dos compositores que hicieron cantar a multitudes enteras, pues su música e inspiración poética llenaron los aires de Buenos Aires para atravesar fronteras y darle al Tango el merecido lugar que hoy guarda en todo el mundo. Uno rosarino y el otro uruguayo, los dos de fina inspiración, cada uno de ellos dejó para la música rioplatense un ramillete valioso de hermosos temas que hoy, en pleno siglo XXI, seguimos cantando con la frescura de un ayer que rememoramos con respeto, admiración y cariño.

Desde pibe empezó a demostrar sus cualidades sonoras, con una voz fina y estridente que sacudía positivamente los oídos tangueros. Porteño de Villa Urquiza, apenas tenía diez añitos y su mamá lo puso a aprender piano y en pocos años ya dominaba el instrumento, pero su pasión por el canto finalmente le marcó un destino, al transformarse en el cantorazo que deslumbrara auditorios. Con D’Arienzo alcanzó la cima bien ganada y llegó a grabar más de cien temas con el maestro. Era un éxito detrás del otro y la gente reconocía su voz en los primeros acordes. Dejó una huella imborrable y su garganta suena con fuerza muchos años después.

Cantaba con sensibilidad gardeliana de manera natural. De timbre fresco y fraseo que muchos criticaban diciendo que quería imitar al zorzal, cosa que nunca estuvo en sus planes ni en su voz con registro de barítono que endulzaba de manera firme los tangos que interpretaba. Nacido en el barrio de Boedo e hijo de inmigrantes italianos, cantó con orquestas de primer nivel y sus discos se vendían mucho porque había desatado una ola de comentarios de todo orden, que le dieron fama de buen cantante. Llegó a los Estados Unidos donde actuó con mucho éxito y prácticamente en toda América Latina era requerido. Genuino representante del mejor estilo tanguero,

Un músico que para nuestra fortuna, sigue entre nosotros y en carrera permanente con el Tango. Nació en La Paternal, un barrio tan porteño como nuestra música ciudadana, cuna también de otro gran Osvaldo, “el pibe” Fresedo. Desde niño, como todos los virtuosos, demostró habilidad suprema en el manejo del bandoneón y ya a los quince años formó su primer grupo musical. Transitó por las mejores orquestas y fue Pichuco que le dio la bendición y el padrinazgo para que siguiera por esas senda triunfal que hoy sigue ostentado. Fino compositor y buen ejecutante, sus piezas tienen características que huelen a rincones de Buenos Aires, a flor, asfalto y noche plateada.

Viene de escuela musical materna de donde también se heredan la perseverancia y el talento. Violoncelista sensible y excepcional que tocó con los mejores, desde Troilo a Piazzolla pasando por Osvaldo Pugliese. Sabe dotar al Tango de su toque original y melodioso, formó conjuntos de virtuosos que interpretaron, de manera exquisita, las piezas inolvidables que engalanan nuestra música rioplatense. Prolífico compositor que tiene en su haber más de cien temas que interpretaron las mejores orquestas de Buenos Aires.

Destacado entre los cantores más exitosos de la generación del cuarenta. Voz y presencia inconfundible, calidad melódica que se acoplaba a la orquesta con singular precisión. Temperamento gardeliano, creador de un estilo que costaba mucho imitar, cálida y aterciopelada voz de tenor que combinaba con una inagotable imaginación a la hora de entonar una pieza, tanto de las catalogadas como ‘fuertes’ como aquellas festivas. Venía de familia tanguera, el talento lo llevaba en la sangre y paseó su canto por varios países de Latinoamérica donde su fama era reconocida y sus discos se vendían mucho. Destacó con las mejores orquestas de la época y su fama perduró por mucho tiempo.

Su inspiración, cultura y técnica musical le permitieron destacarse desde temprana edad, como un talentoso compositor que enriqueció la música rioplatense. Sus composiciones de curso pianístico lo hicieron del gusto popular cuando ingresó en el Tango, aportando innovación en cada una de sus piezas. Conoció a Gardel y el morocho del abasto le cantó varias piezas brotadas de su inspiración, un lujo que pocos pudieron darse en aquella época donde la selectividad era la madre de todas las elecciones que hacía el mejor cantante de todas las épocas. Su obra se vio reflejada en tangos y milongas exitosas que cantaban y tarareaban los barrios porteños. Fue Presidente de la Academia Porteña del Lunfardo y ejerció una larga y triunfal trayectoria musical hasta sus últimos días.

Un binomio familiar de excepción para el Tango. El papá, con su obra posterior a Pascual Contursi y contemporánea a la de Celedonio Flores, fue uno de los pilares sobre cuya definición anímica y artística, se construyó toda la evolución literaria de nuestra música. Su hijo, se ubica entre los intelectuales de auténtica extracción popular, más originales, más puros y más completos que haya dado Buenos Aires. Fue también exitoso guionista radial, publicista, dirigente gremial y crítico teatral, entre otras actividades. Toda esta variada consagración suya ha estado, sin embargo, subordinada a su constitutiva condición de hombre de Tango. Dos épocas, dos extraordinarios compositores unidos por la misma sangre y parentesco. Nuestro programa de hoy se viste de música y poesía con dos grandes de la familia tanguera: Don José González Castillo y su talentoso hijo, Don Cátulo Castillo.